COMENTARIO DE LA RIMA LXVI DE BÉCQUER
¿De dónde vengo?… El más horrible y áspero
de los senderos busca;
las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura,
los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.
¿Adónde voy? El más sombrío y triste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas.
En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.
Bécquer, Gustavo Adolfo: Rimas.
Localización
[Autor] El texto
pertenece a Gustavo Adolfo Bécquer, sevillano, que vivió una intensa pero corta
vida, llena de dificultades amorosas (su amor frustrado, su frágil matrimonio),
económicas y de salud. [Obra] Se
trata del poema LXVI de sus Rimas (el
manuscrito becqueriano se titulaba Libro
de los gorriones), obra poética
publicada póstumamente por sus amigos en 1871. Este poema pertenece a la cuarta
y última parte del libro, que recoge las rimas de tema existencial, sobre el
dolor de vivir, la condición humana, la muerte… [Otras obras] Bécquer también escribió en prosa sus no menos
célebres Leyendas. [Movimiento literario] Al igual que
Rosalía de Castro, se integra en el grupo de los poetas románticos rezagados,
influidos por Heine, cuya poesía tiene ya un carácter más intimista y esencial,
con un lenguaje más sencillo y directo. Conviven en la segunda mitad del siglo xix con el realismo.
Resumen
El yo lírico (la voz del poeta), en un
momento intermedio de su vida, se interroga por las dos grandes cuestiones
existenciales (de dónde venimos, adónde vamos); dichas interrogantes se las
responde al lector (el tú implícito) identificando el regreso a su origen con
un camino de dolor y penurias, y anticipando un destino semejante a un triste y
desolado páramo, un valle eterno donde yacer en el olvido y la muerte.
Tema
La angustia existencial, reflejada desde
su origen hasta su final como un vivir triste y desolado, encaminado a la
desesperanza, la muerte y el olvido. Se sigue el motivo del homo viator (hombre caminante, la vida
como camino).
Estructura
Se diferencian claramente dos partes,
que coinciden formalmente con las dos estrofas del poema:
1. Primera estrofa (vv. 1-8): La pregunta
inicial «¿De dónde vengo?» conduce al lector, por un camino de
dolor, hacia el origen (cuna) del yo lírico.
2. Segunda estrofa (vv. 9-16):
2.1. La
pregunta «¿Adónde voy?» conduce a un futuro identificado
con un páramo desolado (tumba) (vv. 9-12).
2.2. El
yo lírico anticipa su muerte y olvido (vv. 13-16).
El poema, pues, está perfectamente
estructurado: el yo lírico se sitúa in
medias res, en medio del camino de la
vida, entre el pasado (en la primera estrofa), y el futuro (en la segunda).
Esta estructura dual, antitética, es característica del autor.
Lenguaje poético
[Tipología textual] Se
trata de un texto literario, un poema lírico, formado por dos estrofas de ocho
versos cada una; en concreto, la silva arromanzada, que mezcla endecasílabos y
heptasílabos (con un esquema similar en cada estrofa:
11-,7a,11-,7a,11-,7a,7-,7a), quedando sueltos los impares y rimando los pares
en asonante (rima paroxítona o llana). La estructura externa simétrica refuerza
la dualidad interna.
[Función lingüística]
Además de la evidente función poética, también predomina la expresiva o
emotiva: el yo lírico (con el que se identifica el yo romántico del autor)
trata de expresar su angustia existencial, su desazón vital, uno de los temas
claves del romanticismo. Pero, en cuanto que busca y cruza son formas imperativas dirigidas a un tú (luego
leemos «te dirán»),
actúa la función apelativa, en un intento de hacer al lector copartícipe de las
reflexiones e implicando cierto
carácter de texto dialogado.
[Posibles motivos literarios] El autor adopta uno de los motivos literarios clásicos
en la literatura: el homo viator, la
vida como camino (ya en las Coplas de
Manrique), aquí desde una visión negativa: caminar por un valle de lágrimas.
Otro motivo, característico de los románticos, es la expresión de la angustia
de vivir a través de una alegoría paisajística animada: senderos horribles, de
zarzas agudas, con huellas ensangrentadas, páramos sombríos, valles nevados,
tumbas olvidadas… símbolos terribles de la existencia.
[Lenguaje poético y estilo; elementos que estructuran el
poema] La cohesión entre los dos apartados de
la estructura se consigue mediante un paralelismo sintáctico (o isocolon) en el
comienzo de ambos. Se establece así una semejanza igualmente negativa entre el origen y el destino del yo lírico.
La única diferencia radica en que los puntos suspensivos han desaparecido tras
la segunda interrogación retórica (en la primera, «¿De dónde vengo?…», sugerían el tiempo pasado que hay que
recordar), porque ya no son necesarios, pues todos sabemos hacia dónde vamos y
conocemos la certidumbre de la muerte.
[Elementos poéticos y su tratamiento estilístico] El motivo literario del homo viator establece los elementos poéticos: el yo lírico (caminante) y su asociación a
los elementos paisajísticos del
origen y el destino, todo desde una perspectiva anímica (concretada en la
metáfora «los despojos de un alma hecha jirones»). La función
apelativa de los imperativos introduce al lector en la reflexión y logra que
esta sea genérica, de todos. Al comenzar cada estrofa, el hipérbaton respectivo consigue que tanto «el más horrible y áspero» como
«el más sombrío y triste», aislados en sus versos, puedan
atribuirse (como hipálages, al igual
que en «melancólicas brumas»)
también al yo lírico que ha formulado retóricamente las interrogaciones, además
de a «los senderos»
y «los páramos» respectivos.
Los hipérbatos también intensifican la sensación de que estamos ante senderos y
páramos retorcidos, inextricables (asimismo, por supuesto, —semánticamente— la
adjetivación valorativa en grado de superlativos relativos). Es también
destacable el hipérbaton del verso final, que permite cerrar el poema con la
metonímica tumba, final de la vida,
final del poema, además de permitir la correlación con la también metonímica cuna, palabra final de la primera
estrofa (de la cuna a la sepultura).
Bécquer gusta de cierres concisos e intensos.
La sobreadjetivación,
incluso bimembre —generalmente explicativa, epítetos—, tan habitual en los
románticos, intensifica lo negativo. El campo
semántico del peregrino, viajero
(con un léxico reconocible como romántico: horrible,
despojos de un alma, páramos, sombrío y triste, melancólicas brumas, piedra
solitaria, tumba…) crea sugerencias y connotaciones
que se amplían para un lector culto: los despojos
—y los redundantes jirones— de un
alma remiten a la metáfora sobreentendida de las telas del alma; o el
valle de eternas nieves se asocia al valle de lágrimas cristiano, o al valle de
Josafat (el valle de la eternidad, de los muertos). Es de destacar, por cierto,
cómo el encabalgamiento «eternas / melancólicas brumas»
impregna de eternidad el blanco níveo de la página. Aunque se atisba una
trascendencia incierta en «melancólicas
brumas», la visión negativa de la vida conduce a que solo veamos como
posible (de ahí el paralelismo con
los subjuntivos: «donde esté […]
donde habite») la muerte y el olvido (este
personificado): la piedra solitaria, a modo de lápida sin inscripción. El asíndeton, constante a lo largo del
poema, transmite también esa sensación de rapidez inevitable. Y la aliteración de las vibrantes y nasales
especialmente crean una sensación sonora que se carga de las negativas
impresiones sugeridas.
Valoración personal
[Aunque la valoración personal es, como se indica,
muy subjetiva, proponemos el modelo siguiente:]
Esta rima recoge el sentimiento trágico
de la existencia romántico: el mal du siècle. Parece que Bécquer
estuviese presagiando su temprana muerte, después de una vida no menos
desgraciada. Todos nos hemos formulado en alguna ocasión esas preguntas
existenciales, y hemos sentido alguna vez la vida como un camino «horrible y áspero»,
deseando descansar en el olvido; todos, al fin y al cabo, somos románticos en
lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, sobre todo en la
enfermedad. Luis Cernuda, el más actual de los poetas del 27, también se
inspiró en esta rima para escribir su poema «Donde habite el olvido», que se
encuentra en el libro de igual título.
Bécquer en su lecho de muerte, por Vicente Palmaroli (1870, Museo del Romanticismo, Madrid) |
Gracias a este artículo saqué un 10/10 en el trabajo de este poema.
ResponderEliminarMUCHAS GRACIAS.
Em porque esta aqui mi poema? Quien te a pedido permiso para usarlos?
ResponderEliminarTe pego un surriajaso que ni lo veras venir
buen chiste bro��
Eliminarjajjajajajajaajajaj
EliminarDiosss que buenooo JAJAJAJAJAJAJAJ estaba tan depre haciendo los deberes que me salvaste jajajjaa
EliminarEsto...señor becquer, perdoneme usted los pecados de cierta persona que le quito la fama en este poema, le buscaré hasta quitarle su alma negra.
EliminarCallate
EliminarBro pamhacernestas bromas os vais a las redes sociales y hacéis chistes��
ResponderEliminarLlora
EliminarPara*
ResponderEliminarLlora
ResponderEliminarCR7 O MEZZI BECQUER
ResponderEliminarDesde que mi rofesora me leyó este poema en San José Costa Rica en 1978,nunca pude olvidarlo,,,gracias a los autores de este medio por traerlo
ResponderEliminarMuchas gracias por este breve resumen
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